
Después de 7 años de investigación, investigadores del Servicio Geológico Colombiano (SGC) y la Universidad Nacional de Colombia lograron reconstruir el fósil del tiburón lamniforme gigante, que vivió hace más de 100 millones de años, en un mar cálido que cubría lo que hoy es el altiplano cundiboyacense.
Era un tiburón de casi siete metros de largo, que no tenía la velocidad de los depredadores modernos, pero que era en un cazador formidable de la era de los dinosaurios.
El fósil fue hallado en 1993 por Arquímedes Moreno, en la loma La Catalina, vereda Cañuela de Villa de Leyva.
Moreno lo entregó a la junta de acción comunal y, décadas después, en 2015, pasó a la Fundación Santa Teresa de Ávila y, en 2018, llegó en préstamo a la Universidad Nacional de Colombia, donde inició
un largo y riguroso proceso de estudio.
En un principio, los paleontólogos María Eurídice Páramo-Fonseca y Cristian Benavides-Cabra, investigadores de la Universidad Nacional y el Museo Geológico Nacional José Royo y Gómez del Servicio Geológico Colombiano, pensaron que se trataba de un plesiosaurio.
Sin embargo, al analizar las vértebras, descubrieron que estaban frente a un hallazgo excepcional: un tiburón lamniforme del Cretácico Inferior, con una longitud estimada de 6,65 metros —similar al gran tiburón blanco, uno de sus parientes actuales—.
Tras años de investigación confirmaron que la fósil conserva al menos 107 vértebras articuladas, múltiples dentículos (nombre que reciben las escamas de los tiburones) y, de forma extraordinaria, cartílago y tejidos blandos como músculos y piel. Este nivel de preservación, casi imposible en tiburones debido a su esqueleto cartilaginoso, lo convierte en el registro más antiguo y completo de un tiburón lamniforme gigante conocido en el mundo.
“La investigación nos tomó alrededor de siete años y medio. Este fósil fue una caja de sorpresas: su preparación fue extremadamente delicada y cada análisis revelaba información nueva”, relata Cristian Benavides-Cabra.
El equipo utilizó técnicas modernas en paleontología y geociencias —como análisis de microestructuras y caracterización de materiales preservados—, que confirmaron la presencia de tejidos blandos y la pertenencia del ejemplar al género Protolamna.
Adicionalmente, el estudio también permitió cuestionar un paradigma extendido en la paleontología: que el tamaño de los dientes de los tiburones macrófagos debía guardar proporción directa con el tamaño del cuerpo. Este espécimen de Protolamna ricaurtei demuestra que podía tener dientes muy pequeños en comparación con su talla, lo que obliga a reconsiderar fórmulas de estimación de tamaño usadas en tiburones fósiles.
Este descubrimiento refuerza a Villa de Leyva y al altiplano cundiboyacense como un laboratorio natural de clase mundial. La región ya había sorprendido al mundo con fósiles de ictiosaurios, plesiosaurios y tortugas marinas, y ahora se suma el tiburón lamniforme gigante más antiguo y completo conocido.
El SGC destaca que estos hallazgos no solo tienen valor científico, sino también educativo y cultural, con potencial para fortalecer el turismo científico y el orgullo por el patrimonio paleontológico y natural de Colombia.
“La riqueza paleontológica de Colombia es inmensa y aún queda mucho por descubrir. Estos hallazgos son clave no solo para comprender el pasado de nuestro territorio, sino también para aportar al conocimiento de la evolución de la vida en la Tierra. Por eso es esencial proteger, conservar y estudiar nuestro
patrimonio fósil”, concluyó el equipo del SGC.
/Colprensa